Hoy quiero recordar el 13 de agosto de 1985, el día en que servidor cumplía 18 años y en el que decidí celebrar mi mayoría de edad rompiendo la hucha gastándome todo lo que contenía en lo que más placer me daba en aquel momento: música.
Después de desembalar los regalos que mi familia me había entregado esa mañana, desayuné con rapidez y salí disparado hacia el metro, rumbo a la calle Tallers de la ciudad condal, dispuesto a gastarme todo cuanto llevaba en mis bolsillos. Nunca olvidaré la cifra: 30.000 pelas de las de 1985, todo un sueldazo, vamos, que yo había ido acumulando poco a poco entre lo que ahorraba del mísero salario que me sacaba currando en una bodega del barrio y las propinas que muy gustosamente se repartía mi jefe conmigo a un 60/40 (60% él y 40% yo, obviamente). Armado con esas 30.000 pelillas, me dirigí a los que para mí eran templos de la música, ubicados en varias calles del casco antiguo barcelonés: carrer Tallers, carrer Riera Baixa, carrer Sitges, carrer Nou de la Rambla, carrer Hospital, carrer Avinyó...
Mi impetuosidad había sido de tal calibre que llegué media hora antes de que abrieran las tiendas de discos y tuve que esperarme un ratillo ante la primera candidata: Kebra Disk. Esa tienda era una verdadera meca para un adolescente febrilmente aficionado a los sintetizadores como yo, habida cuenta de que tenían en su haber un excelente surtido de discos de importación de todas las movidas electrónicas setenteras y ochenteras, pero además contaban con un piso en la parte de arriba alquilado al responsable del colectivo "Otras Músicas" en el que todo cuanto se vendía allí era música electrónica de las ramas más undergrounds que uno se pueda imaginar. Las paredes estaban literalmente forradas de cassettes de música industrial, habían decenas de cubetas de vinilos de material minimal wave y varios metros de pared dedicados a cintas vhs y otras delicatessen de temática electrónica, vamos, que ni en un sex-shop de la época podía correrme más veces.
Cuando entré a "Otras Músicas", le dije al responsable que iba a gastarme una pasta porque era mi cumpleaños y él, ni corto ni perezoso, me dice que escogiera lo que escogiera, al final me llevaría un regalo a modo de celebración de mi aniversario. Cuando ya había acabado de amontonar discos, me dirigí a pagarlos y ví que el hombre estaba terminando de envolverme un LP del que no tuve tiempo de ver la portada. Me dijo que no lo desenvolviera hasta llegar a casa y que la próxima vez que pasara por allí le dijera qué me había parecido.
Seguí deambulando por tiendas y más tiendas hasta que, de las 30.000 pelas tan sólo me quedaban 200, lo justo para poder pillar un taxi hacia casa y así no tener que tirar todo el camino de tamaña cantidad de discos con su consiguiente peso. Dentro del taxi, no pude resistir la tentación y desembalé el disco que me regaló el hombre de "Otras Músicas" y comprobé que era el que hoy os presento aquí. Ni que decir tiene que el taxista pegó un brinco con el bramido que solté al ver la portada, pero es que llevaba varios meses viendo ese disco en esa tienda y las 3.000 pelas que costaba hacían que todas las veces volviera a mi casa sin él. Por lo visto, el hombre de "Otras Músicas" se apiadó de mí y decidió regalármelo en tan señalado día.
Durante décadas, este disco ha estado en lugares distinguidos de mi colección, apartado de los demás discos y acompañado de otros discos que de una forma u otra han dejado huella en mi historia, ya sea por la persona que me lo ha regalado o por lo que me habían costado conseguirlos.
En fin, ya no os como más la cabeza, aquí teneis esta fabulosa recopilación de música industrial que tan buenos momentos me aportó en mis años de F.P.
Perdón por el rollo.
INDUSTRIAL RECORDS STORY