miércoles, 10 de septiembre de 2025

A JAVIER PIÑANGO


La verdad es que no me salen las palabras. El traspaso de Javier Piñango me ha pillado en un momento anímico muy bajo, en un túnel psíquico en el que no creo que haya ni luz ni abertura. Ayer fue uno de esos días en que se te vienen encima un montón de losas y cuando me enteré de la fatal noticia, mi jornada anocheció como nunca, cuando no había hecho más que amanecer.
Estuve con Javier solo las dos veces que vino a Almería a tocar en Morada Sónica, pero fueron suficientes como para convertirse en un referente para mi, ya no en lo musical sino en lo humano. Aquellas personas hacia las que direcciono mi mente cuando veo actos de genocidio, cuando escucho discursos fascistas, cuando leo imbecilidades nacionalistas o cuando oigo necedades racistas. Aquellas largas charlas que mantuvimos sobre la futilidad de los conceptos patrióticos, de lo pueril de los sentimientos nacionales, de lo inútil de un sistema cada vez más vil y decadente que abraza al fascismo una y otra vez...
Compartir una charla con Piñango es una inyección de sabiduría y una ducha de sanación neuronal, solo igualable a poner a sonar un disco de Parmegiani.
A un año de la partida de mi querido Cosinot Autodolor, se me va otro bastión del pensamiento y de la agitación cultural, con el que, de igual manera, pocas veces nos hemos visto en persona, pero estabais ahí, a mi lado en la distancia, como sólo saben hacer las personas auténticas. Realmente la cantidad está totalmente reñida con la calidad, porque las horas pasadas con Javier Piñango, aunque fueron pocas, jamás consideraré que fueron escasas, porque un minuto con él era un siglo para mi espíritu.
Javier, allá donde estés, desde la negritud de mi momento actual, nunca dejarás de iluminarme con tu existencia, jamás dejarás de aparecer en mi mente cuando los necios vomiten bilis ni cuando ponga en marcha mi MS-20, que ahora está tan triste, apagado y desolado como su dueño. 
Gracias, Javier, por haber existido y por haberlo hecho en mi vida, aunque haya sido un rato. Hay personas que se tiran una eternidad en tu vida y nunca las sientes, en cambio hay otras que pasan fugazmente y dejan una huella tan profunda como imborrable.
Y aquí lo dejo, lo siento pero no puedo seguir escribiendo. Un abrazo eterno, amigo.

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